Somos lo que somos y lo que aparentamos
ser, ya que en cada ser existe un rincón oculto donde habitan las partes de uno
mismo que quedaron inconclusas y que buscan completarse. Algunos le llaman “huella
de abandono”, otros la “falsa personalidad”, etc., y contiene dentro todos los
aspectos inmaduros de nuestra personalidad.
Ese niño interno permanentemente pide:
"dame, dame, dame", nunca está conforme, y siempre quiere más.
Cada momento doloroso del pasado vive y
alimenta este espacio, esperando ser cambiado, y su inconformidad se proyecta
al tiempo presente para pedir ayuda.
En el baile de máscaras al que hoy hemos
sido invitados, debemos dedicar una mirada a ese niño interno abandonado, que tan
sólo requiere atención para cambiar su llanto en sonrisas. Debemos de tener
cuidado, porque es un niño que ha aprendido mediante diversas formas, a
chantajear, a engañarnos, a sabotearnos. Es la que discute con nuestra
conciencia.
Antes de abordarlo debemos comprender que
él es la suma de todos los aspectos rezagados de nosotros mismos. Es en parte
un mecanismo de autodefensa que poco a poco va ocultando nuestra esencia, y nos
convierte en una persona distinta a la que somos. No dejes que tu falsa
personalidad te cubra… deja salir tu verdadero yo.
Si la pregunta es el cómo... busca en tu
interior, tu sabes y siempre has tenido la respuesta. Eso que has pospuesto, lo
que te mantiene inconforme, las dudas, las cosas inconclusas, etc… son algunas
señales.
Podemos creer que estamos anclados
(fijación) en carencias de amor, de comprensión y de ternura, que congelan
nuestro presente en la actitud terca de recibir sin dar nada a cambio,
manifestando como resultado relaciones insatisfactorias.
Un niño está polarizado en recibir: porque
es claro que él no puede prescindir del apoyo que le dan los adultos para su
supervivencia.
Pero,
en su madurez, el ser humano debe alcanzar el equilibrio entre el tomar y el dar.
Y en recibir y compartir, ya que nuestra esencia es precisamente esa… amor.
Con
amor, 4s
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