lunes, 16 de agosto de 2010

Velocidad


Cuando sientes insectos golpeando tu rostro puede resultar molesto. Sin embargo, ello puede indicar también que estás avanzando a gran velocidad.

Que a veces los obstáculos parezca como una intención de bloquear tu camino, además de ser algo frustrante. Sin embargo, es nuevamente una clara señal de que estás progresando.

Atravesar los desafíos que cotidianamente aparecen puede requerir enormes esfuerzos. Sin embargo, cuanto más complicados se tornen esos desafíos, más alto estarás llegando.

Cuanto más rápido vayas, mayor será la resistencia que deberías esperar. En paralelo, sin embargo, cuanto más rápido vayas mayor impulso generarás.

A medida que el impulso crezca, más y más rápidamente puedes transformar los problemas en oportunidades. A pesar de que cuanto más rápido te muevas más intensamente crecerán los desafíos, tu capacidad de enfrentarlos crecerá a un ritmo mayor aún.

Decide analizar los obstáculos, buscar los desafíos y no permitir que las frustraciones te depriman. Porque mientras vas recorriéndolos, te estás encaminando al éxito, el logro y la realización.

Y ten cuidado… no creas que a veces porque las cosas van “viento en pompa” las cosas no pueden cambiar y que eso no sea motivo para que claudiques. También cuando más rápido corres, puede resultar mas fuerte el golpe, la caída… pero que no detengan tu camino…

Entre mas fuerte sea tu intención y mas encarrerado te encuentres, más fácil será llegar a tu objetivo… el viento soplará a tu favor…

Con amor, 4s

GÁRGOLAS


Refiere la tradición oral francesa la existencia de un dragón que vivía en una cueva próxima al río Sena, llamado "La Gargouille", descrito como un ser con cuello largo y reptilíneo, hocico delgado con potentes mandíbulas, cejas fuertes y alas membranosas.

Se caracterizaba por sus malos modales (Como si los hubiera con buenos modales): tragaba barcos, destruía todo aquello que se interponía en la trayectoria de su fiero aliento, y escupía demasiada agua, tanta que ocasionaba todo tipo de inundaciones (Nada les parece... los otros escupían fuego y ocasionan incendios).

Los habitantes del cercano Rouen intentaban aplacar sus accesos de mal humor con una ofrenda humana anual consistente en un criminal (Siii, uno sólo... en esa época era muy bajo el indice de criminales) que pagaba así sus culpas, si bien el dragón prefería doncellas (Tonto no era, ja ja, yo hubiera preferido lo mismo... y no una al año).

En el año 600 el sacerdote cristiano Romanus llegó a Rouen dispuesto a pactar con el dragón si los ciudadanos de esta localidad aceptaban ser bautizados y construían una iglesia dedicada al culto católico.

Equipado con los instrumentos necesarios para un exorcismo –campana, libro, vela y cruz, además de valor y fe–, Romanus dominó al dragón (Antecesor de San Francisco de Asís) con la sola señal de la cruz, transformándolo en una bestia dócil (Seguramente vencido por ese poder absoluto que la iglesia siempre ha querido dar a la cruz) y consintió ser trasladado a la ciudad, atado con una simple cuerda.

La Gargouille fue quemado en la hoguera, excepción hecha de su boca y cuello que, acostumbrados al tórrido aliento de la fiera, se resistían a arder, en vista de lo cual, se decidió montarlos sobre el ayuntamiento, como recordatorio de los malos momentos que había hecho pasar a los habitantes del lugar.

Otra versión dice que su cabeza, acostumbrada al calor no podía arder, así que decidieron colocarla sobre el ayuntamiento de Rouen para recordar lo que allí había pasado.

Hay quienes opinan que el origen de la palabra gárgola proviene de un sinónimo que significa ‘escupir agua fácilmente’, que fue la idea inicial de la colocación de estas estructuras –como sistema de drenaje- en la arquitectura de los templos medievales y cornisas de las iglesias; al hallarse en estos lugares sagrados, la idea era que la fealdad de los personajes representados en estas esculturas ayudara a alejar cualquier tipo de maldad que osara acercarse a la casa de Dios.

El concepto de una proyección decorativa a través de la cual el agua se expulsase del edificio era conocido desde la antigüedad, siendo utilizado por egipcios, griegos, etruscos y romanos.

Mientras que los griegos tenían especial querencia por las cabezas de león, fueron los romanos los que utilizaron estos canalones decorativos con abundancia, tal y como lo demuestran los ejemplares de la ciudad de Pompeya, conservados intactos hasta la actualidad merced a la capa de lava que los cubrió durante la erupción del Vesubio, en el primer siglo de Nuestra Era.

Aunque cumplen funciones decorativas y simbólicas su principal tarea es desviar el agua de la lluvia para evitar la erosión en los edificios.

Durante la Edad Media, las gárgolas se utilizaron como desagües y sumideros a través de los cuales se expulsaba el agua de la lluvia, evitando que cayera por las paredes y erosionase la piedra. Es esta la utilidad a la que se refieren todos los idiomas europeos, cuando idearon palabras para designar estos apéndices arquitectónicos: el italiano gronda sporgente, frase muy precisa, arquitectónicamente hablando, que significa "canalón saliente"; el alemán wasserspeider, que describe lo que una gárgola puede hacer, esto es, escupir agua; el español gárgola y el francés gargouille, que derivan del latín gargula, garganta; o el inglés gargoyle, derivado de los dos anteriores.

Las primeras gárgolas aparecen a comienzos del siglo XII. Es en la época del gótico, concretamente durante el siglo XIII, cuando se transforman en el sistema predilecto de drenaje, si bien no todas ellas tenían esta utilidad.

Estas imágenes grotescas que aparecen desafiando a quien los vea, se hallan instaladas en templos y catedrales de estilo gótico, y, a pesar de sus agresivas representaciones, son consideradas como verdaderas obras de arte de siglos pasados.

Algunos piensan que las gárgolas fueron guardianes de la fe cristiana y que al ser colocadas en las afueras de las iglesias, no hacían otra cosa que recordarle al cristiano su obligación de seguir los preceptos de Dios para no caer en el infierno.

Parece que los primeros ejemplos góticos de gárgolas son las que se pueden observar en la Catedral de Lyon, seguidas de las que pueblan Notre-Dame de París.

Así mismo, es raro encontrar una gárgola sola (El mal nunca está ni anda solo). Generalmente suelen estar agrupadas en hileras, sobre los altos de iglesias y catedrales, a modo de una sociedad de gente de piedra.

Las gárgolas del primer gótico apenas si estaban elaboradas, pero según fueron proliferando, el diseño se fue haciendo cada vez más elaborado, transformándose en auténticas obras de arte. El rasgo distintivo de sus expresiones es que nunca eran bellas sino intencionadamente horribles, grotescas o irónicas. Y por cierto, a mí me fascinan.

En general, el gótico se caracteriza por ser más realista que el románico, con la excepción de las gárgolas, que parecen perpetuar la fascinación, típicamente románica, por las criaturas grotescas y monstruosas.

Desde finales del siglo XIII las gárgolas se hicieron más complicadas, abandonándose la representación de animales, que fueron reemplazados por figuras humanas. Aumentaron su tamaño y se transformaron en figuras más exageradas y caricaturizadas (He ahí incluso las podemos ver en la película de Disney… “El jorobado de Notre Dame”)

Las connotaciones demoníacas se abandonaron en el siglo XV, cuando se extremaron las poses y expresiones faciales, perdiendo sus significados religiosos y haciéndose más cómicas.

Las gárgolas eran algo más que una decoración funcional, si bien su significado profundo permanece aún sin determinar. Entre las numerosas que pueblan los edificios medievales no se han podido encontrar dos iguales, demostración de la extraordinaria imaginación de sus constructores (También se atribuye a la falta de moldes, todo era manual y artesanal).

La documentación contemporánea a su elaboración ofrece muy poca ayuda en la resolución del enigma sobre su significado derivado, en gran medida, de la costumbre medieval por crear ambigüedad, lo que provoca y permite múltiples sentidos.

La gran variedad, tanto en formas como en significados, va en contra del uso típicamente medieval, esto es, educativo; si se quería enseñar es evidente que debía entenderse el mensaje transmitido a través de las gárgolas. Es por ello que encontramos gárgolas no sólo en iglesias y catedrales, sino también en edificios seculares y casas privadas.

Son muchas las explicaciones que se han intentado buscar, a lo largo de los siglos, para explicar el significado oculto de las gárgolas. Se han visto como símbolos de lo impredecible de la vida, pues nunca representan especies animales conocidas.

En otros casos, se ha dicho que son las almas condenadas por sus pecados, a las que se impide la entrada en la casa de Dios. Esta podría ser una interpretación apropiada, especialmente, para las gárgolas más visibles y terroríficas, que pueden servir como ejemplo moralista de lo que puede ocurrirle a los pecadores.

De todas las explicaciones posibles, la más aceptada es aquella que nos habla de ellas como guardianes de la Iglesia, signos mágicos que mantienen alejado al diablo. Esta interpretación puede explicar el porqué de tan diabólicos y espantosos aspectos y su ubicación fuera del recinto sagrado.

Una de las teorías explica que se creaban como protectoras de la Iglesia.

Esta línea argumental es la seguida por Richard de Fournival, Obispo de Amiens en el siglo XIII, y autor de Roman d’Ablandane, donde cuenta cómo el maestro cantero Flocars hizo dos gárgolas de cobre, que situó en la puerta de entrada a la ciudad de Amiens, con la intención de que evaluaran las pretensiones de todo aquel que quisiera entrar en ella.

Si el individuo era malévolo, las gárgolas escupían un veneno sobre él que lo mataba; por el contrario, si era una buena persona, los guardianes se encargaban de escupir oro y plata.

Resulta paradójico que entre las posibles interpretaciones que se han atribuido a las gárgolas destacan aquellas que las asimilan a representaciones del demonio, y al mismo tiempo guardianes de la fe.

Así, muchas de las llamadas gárgolas grotescas parecen representar a dragones, diablos y demonios, símbolos del mal para el cristiano de la Edad Media.

El dragón fue el animal fantástico más reproducido por el arte medieval. La palabra dragón deriva del sánscrito dric, que significa "mirar", en referencia a la capacidad de este animal para destruir con sus ojos.

Mientras que otros, como el león, podían alternar su carácter maléfico y benéfico, según la representación que se considerase, el dragón siempre ha significado, dentro del arte occidental, maldad y destrucción. De esta forma, muchas veces se ha representado al diablo como un dragón.

Aunque el arte medieval no predeterminó una representación fija del dragón, sí puede observarse en todos ellos la existencia de alas semejantes a las de un murciélago, animal asociado a la oscuridad y el caos. Alas que, probablemente, indican el origen angélico del demonio.

Posteriormente, en la época del "Art Noveu" nuevamente se retoma su utilización con gárgolas mas estilizadas... generando contrastes en las construcciones...

Finalmente, otros dicen que las gárgolas son las almas demoníacas que nunca pudieron entrar al reino de Dios y que vagan por el limbo, y que por ello sus figuras aguardan en la entrada el momento de poder hacerlo algún día.


Con amor, 4s