Una recopilación de información acerca de unos seres maravillosos.
Existen seres etéreos, hijos
de la Naturaleza, que habitan y ayudan a la evolución del reino de las plantas,
pero que también participan en tareas de conservación de ríos, estanques,
manantiales y bosques.
Se pueden clasificar en
distintos grupos, dependiendo de sus funciones y grado de evolución. Poseen un
alma de grupo, y solo se independizan cuando han desempeñado su función
perfectamente durante cientos y cientos de años.
Algunos autores los
consideran los espíritus o verdadera alma de los árboles y las plantas. Los
griegos emplearon el nombre de Dríadas para designarlos. Los celtas y los
pueblos que descienden de ellos, así como en los países más boreales les
denominan Elfen o Weiblen.
En la mitología griega, las
Dríades son las ninfas de los bosques, de los robles en particular y de los
árboles en general. Específicamente, cuidaban el Jardín de las Hespérides
(1).
Son consideradas las almas de
los árboles ya que supuestamente nacían y morían en ellos. Como todas las
ninfas, son seres de enorme belleza.
Se localizan en los bosques y
se predispone que su vida gira en torno al tiempo de vida del árbol en el que
residen, ya que cada dríada pertenece a un roble del bosque. Se dice que se hallan
unidas a su árbol de por vida y no pueden alejarse a más de 300 metros de él o
mueren lentamente. Al nacer una planta, surge un elfo o dríada de la Madre
Tierra, que se encargará de ella mientras viva. Intentará guiar a la
planta, girar sus hojas o sus flores y atraer a los insectos para que la
polinicen.
Se les adjudican habilidades
únicas en su raza como podar arboles con su voluntad o moverse sin hacer ningún
ruido. Una dríada es capaz de penetrar literalmente en un árbol y desde su
interior transportarse al roble del que ella forma parte.
Son tan sensibles que si
alguien golpea al roble al que está unida, ella recibe físicamente el mismo
daño, por lo que intentará defenderlo a toda costa. De igual forma, tienen
absoluto control sobre el árbol al que está ligada, por lo que son capaces de
provocar que sus ramas florezcan aunque no sea la temporada, que aparezcan
nuevas plantas alrededor del árbol, o provocar un crecimiento de hierba
repentino que haga tropezar a los intrusos.
Físicamente, tienen unos
rasgos muy delicados, parecidos a los de las doncellas elfas. Tienen los ojos
violeta o verde oscuro, y su cabello y piel cambian de color según la estación.
De esta forma pueden camuflarse entre el bosque sin que se las vea. En el
invierno su pelo y piel son blancos, en otoño rojizo, y en primavera y verano
tienen la piel muy bronceada y el pelo verde.
También se le atribuyen el hablar varias lenguas y gran inteligencia, lo que les permite comunicarse con casi todos los seres del bosque, además, de hablar el lenguaje musical y el de las plantas. Suelen cantar, aunque sus cantos se suelen confundir con el ruido que provoca el viento al agitar las hojas. Por las noches, bailan en el césped y sobre los tréboles para energetizar el bosque y hacer crecer las plantas.
También se le atribuyen el hablar varias lenguas y gran inteligencia, lo que les permite comunicarse con casi todos los seres del bosque, además, de hablar el lenguaje musical y el de las plantas. Suelen cantar, aunque sus cantos se suelen confundir con el ruido que provoca el viento al agitar las hojas. Por las noches, bailan en el césped y sobre los tréboles para energetizar el bosque y hacer crecer las plantas.
No son nada agresivas, y si son atacadas hechizan a sus atacantes como defensa. El hechizo de una dríada tiene un gran poder, y es muy difícil tener la suficiente resistencia a la magia como para no caer hechizado.
Son exclusivamente femeninas
y usan a los humanos o a los elfos masculinos como parejas. Las dríadas son
casi el paradigma de la femineidad, aspecto que en conjunto con su apariencia
las convierte en seres que resultan de gran atractivo para los hombres de
diversas razas, especialmente las antropomorfas.
No necesitan alimentarse, o
al menos no en una manera convencional, pues su energía y nutrientes pueden obtenerlos
entregándose al sueño sobre tierras fértiles y húmedas, preferentemente al pie
de un árbol frondoso.
En innumerables ocasiones se
ha dicho de ellas que reflejan rayos de color dorado en sus ojos, cuando se
aparecen a los seres humanos.
No es fácil que se manifiesten a los humanos. En los países del norte de Europa, existen cantidades de cuentos y leyendas que hablan de ellos. En Irlanda, Holanda o Suecia forman parte del pensamiento que se tiene de la naturaleza equilibrada, y porqué en los climas húmedos y con poco sol, así como en los lugares donde se forma niebla con facilidad es mas fácil verlos, y es frecuente que en estos lugares, supuestamente muchas personas los han visto.
Estos seres nunca se pueden
ver bajo un potente sol, pero en días de lluvia o niebla, o por la noche bajo
la luna cualquiera con un poco de videncia los verá trabajar como jardineros entusiasmados
de su labor. Los hay de distintas formas y tamaños, pero la mayoría parecen
duendes de cuentos infantiles, o solo son pequeñas bolas energéticas con alas
de libélula o mariposa.
En el proceso evolutivo, cuando
una planta al llegar el otoño y muere, el espíritu que la puebla, regresa al
seño de la tierra para seguir su evolución. En primavera tomará otra nueva
planta a su cargo. Si se trata de un árbol, la dríada del árbol se encargará de
él durante años y años, algunas veces llegan a independizarse de su alma de
grupo a través del árbol, y se convierten en verdaderas almas del árbol. Para
que esto ocurra, tiene que haber estado siglos cuidando de él. Lo anterior va
un poco en contra con el sentido de inmortalidad de las mismas.
Las dríadas son guardianas y
parte mismo del hábitat boscoso, y su desarrollo social en medio de las
arboledas tiene por características usuales a la igualdad y la armonía, pues su
amor común hacia la naturaleza sirve como factor de cohesión y fraternidad,
además de que visualizan a su propia raza en un pedestal, considerándose las
mas aptas guardianas de la naturaleza, al reconocer estas virtudes en ellas
mismas y en sus congéneres, desarrollan un especial respeto mutuo.
En las sociedades de dríadas no existen jerarquías ni factores de diferenciamiento social, solo existe el objetivo común de defender la armonía de la naturaleza, no hay lugar para preocupaciones mundanas y materialistas, bien presentes en otras razas como la humana y la elfica.
En las sociedades de dríadas no existen jerarquías ni factores de diferenciamiento social, solo existe el objetivo común de defender la armonía de la naturaleza, no hay lugar para preocupaciones mundanas y materialistas, bien presentes en otras razas como la humana y la elfica.
Quienes tienen y comulgan con
estas creencias y aceptan la existencia de estos seres, podemos recurrir a ella
para pedirles ayuda, y seguramente nos la concederán, siempre y cuando estemos
en armonía con la naturaleza. Para ello, se debe recurrir a árboles
centenarios, pues sus dríadas están en un grado más elevado de evolución.
A pesar de su aspecto “casi
humano”, debemos recordar que carecen de sentimientos parecidos a los nuestros,
y se debemos pedirles ayuda, hay que especificar lo que deseamos y como, para
evitar problemas.
Las dríadas que ya se han
independizado y son almas de grandes árboles, presentan un aspecto distinto,
los árboles de tendencias masculinas como el Roble o el Olivo, poseen dríadas
de aspecto masculino parecidos a los faunos de los mitos griegos. Los
árboles como el Tilo o el Abedul poseen espíritus de aspecto femenino, algunos
les llaman hadas o ninfas. A pesar de su aspecto, son asexuados y no procrean.
Por otro lado, se debe tener
presente que cuando vayamos a arrancar una planta, es importante avisarles para
que se desprenda de ella de la manera menos traumática.
Al contacto con espíritus elementales como las dríadas, se le conoce como “devas”, aunque esta forma de referirse es poco específica. Dentro de este grupo, podrían también incluirse los espíritus rúnicos o elementales que rigen la magia y las energías de las runas. Son muy potentes
Al contacto con espíritus elementales como las dríadas, se le conoce como “devas”, aunque esta forma de referirse es poco específica. Dentro de este grupo, podrían también incluirse los espíritus rúnicos o elementales que rigen la magia y las energías de las runas. Son muy potentes
En las historias célticas,
cuando la naturaleza fue alguna vez amenazada, tuvo que ser protegida, y por
ello del seno de los más frondosos bosques surgieron las Dríadas, por lo que Ahcap
la diosa contempló una agrupación de recios e imponentes robles, e inundándolos
de su fecunda esencia hizo surgir al pie de sus bases a aquellas que eran sus
hijas, encomendándoles la tarea de resguardar los bosques y la armonía
natural.”
Bajo esa misma idea y concepción céltica, la expansión poblacional de las Dríadas probablemente sea la mas limitada y lenta entre todas las razas arquetípicas de Aranna, y esto se debe a que la existencia de cada una de las individuos esta ligada a la de un árbol mágico, a una clase de roble única en el mundo, que pese a su considerable versatilidad rara vez ha sobrepasado los limites de los Bosques de Zonas Templadas. Una vez que el árbol de origen mágico inicia su ciclo de vida habrán de transcurrir entre 50 y 60 años que es cuando finalmente florece, momento en el cual canaliza la magia natural de Ahcap y en medio de uno de los espectáculos mas vistosos y sublimes de la naturaleza, da lugar al surgimiento espontáneo de una dríada, que emergerá desde un principio con una figura y apariencia madura.
Tradicionalmente existieron dos grandes grupos poblacionales de Dríadas en Aranna, las Dríadas del Norte que aun habitan sobre los imponentes bosques de Ar-Menil y las extintas Dríadas del Sur que alguna vez habitaron sobre los bosques de Nador-Gharadad, pero que sucumbieron ante las corruptas manos de los Dunadain Negros, que en su proceso expansionismo marcaron como objetivo la erradicación de las guardianes del bosque, este hecho ocurrido en la época de mayor opulencia de aquel reino oscuro, tiene como consecuencia un desprecio transgeneracional hacia los Dunadain Negros por parte de las Dríadas, y una desconfianza general a los humanos.
Bajo esa misma idea y concepción céltica, la expansión poblacional de las Dríadas probablemente sea la mas limitada y lenta entre todas las razas arquetípicas de Aranna, y esto se debe a que la existencia de cada una de las individuos esta ligada a la de un árbol mágico, a una clase de roble única en el mundo, que pese a su considerable versatilidad rara vez ha sobrepasado los limites de los Bosques de Zonas Templadas. Una vez que el árbol de origen mágico inicia su ciclo de vida habrán de transcurrir entre 50 y 60 años que es cuando finalmente florece, momento en el cual canaliza la magia natural de Ahcap y en medio de uno de los espectáculos mas vistosos y sublimes de la naturaleza, da lugar al surgimiento espontáneo de una dríada, que emergerá desde un principio con una figura y apariencia madura.
Tradicionalmente existieron dos grandes grupos poblacionales de Dríadas en Aranna, las Dríadas del Norte que aun habitan sobre los imponentes bosques de Ar-Menil y las extintas Dríadas del Sur que alguna vez habitaron sobre los bosques de Nador-Gharadad, pero que sucumbieron ante las corruptas manos de los Dunadain Negros, que en su proceso expansionismo marcaron como objetivo la erradicación de las guardianes del bosque, este hecho ocurrido en la época de mayor opulencia de aquel reino oscuro, tiene como consecuencia un desprecio transgeneracional hacia los Dunadain Negros por parte de las Dríadas, y una desconfianza general a los humanos.
(1) El Jardín de las Hespérides es el huerto de Hera en el oeste, donde un único árbol o bien toda una arboleda daban manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad. Los manzanos fueron plantados de las ramas con fruta que Gea había dado a Hera como regalo de su boda con Zeus. A las Hespérides se les encomendó la tarea de cuidar de la arboleda, pero ocasionalmente recolectaban la fruta para sí mismas. Como no confiaba en ellas, Hera también dejó en el jardín un dragón de cien cabezas llamado Ladón como custodio añadido.