viernes, 25 de noviembre de 2011

HOY TOCA!!!

Don Antonio llegó a su casa cuando no se le esperaba. Entró en la recámara y vio un cuadro que lo dejó en estado de shock… su joven esposa se hallaba en el lecho, y en el centro de la habitación estaba un tipo sin nada de ropa encima. Antes de que el estupefacto don Antonio pudiera articular palabra le dice el individuo: "Qué bueno que llegó usted, señor mío. Soy el abogado del banco, y le estaba diciendo a su esposa que así como estoy yo lo vamos a dejar a usted si no nos paga el saldo de su tarjeta de crédito.

El médico dejó su coche en el estacionamiento, y caminando se dirigió al hospital. Todas las mujeres con las que se topaba iban llorando, y todas decían con lamentoso acento: "¡Murió Extralargo! ¡Murió Extralargo!" Al llegar al hospital vio que las enfermeras lloraban también. "¡Murió Extralargo! -gemían todas-. ¡Murió Extralargo!" El cortejo de lloronas parecía venir de la morgue. Hacia allá fue el médico. En torno de una de las mesas del anfiteatro estaba otro coro de mujeres que lloraban. "¿Por qué te fuiste, Extralargo? -clamaban gemebundas-. ¿Qué vamos a hacer sin ti?" Se abrió paso el doctor, y vio tendido sobre la plancha el cuerpo de un individuo excepcionalmente bien dotado. Era por él por quien lloraban todas las mujeres. Cuando volvió a su casa le dijo el galeno a su esposa: "Ahora que fui al hospital todas las mujeres estaban llorando por un individuo que murió. Lo vi en la morgue: jamás había observado a un hombre tan muníficamente dotado por la naturaleza". "¡Ay de mí! -rompió la señora a llorar estrepitosamente-. ¡No me digas que murió Extralargo!"

Walterio, joven de modales finos y gustos más refinados, pasó junto a un apuesto general. "¡Adiós, mi rey!" -le dijo. El mílitar se vuelve con enojo y le mostró las insignias de su grado. "¿Cómo mi rey, imbécil! -le reclamó, iracundo-. ¿No ves acaso estas estrellas?" "¡Ay, sí, perdón! -se cubre Walterio la boca con las manos-. ¡Adiós, mi cielo!"...

Llegó un sujeto de aire rústico al consultorio de un médico de la ciudad, y sin más ni más le pide a la recepcionista: "Dígale al médico que necesito verlo. Tengo un problema en el pizarrín". "¡Shhh! -le impone silencio la muchacha-. ¿No ve que hay gente aquí, damas y niños? Use otra palabra, y no ésa que empleó con tanta plebeyez y grosería. Diga por ejemplo: 'Tengo un problema en la oreja'". "Está bien -cede el paleto-. Dígale al médico que necesito verlo. Tengo un problema en la oreja". "Muy bien, señor -dice ya más tranquila la recepcionista-. Dígame: ¿qué problema tiene usted en la oreja?" Contesta el barbaján: "No se me levanta...

El tendero, hombre tosco y mal encarado, le preguntó a la muchacha que llegó: "¿Qué quiere?" Responde ella: "Una barra de pan. Y, si tiene huevos, una docena". El hombre se vuelve a su ayudante y le ordena con tono violento: "¡Trece barras de pan!"

Llegaron dos marcianos a la Tierra, y aterrizaron con su platillo volador en una gasolinera que a esa hora estaba cerrada, pues pasaba ya la media noche. Los marcianos descienden de su nave y el primero va hacia una de las bombas de gasolina. "Llévame ante tu líder" -le ordena. Como es natural, no obtuvo ninguna respuesta. "¡Llévame ante tu líder!" -repitió con acento perentorio el visitante espacial. El otro marciano le sugiere en voz baja: "No le hables así. Creo que ese terrícola es muy peligroso". "Tú no te metas" -lo rechaza el marciano. Y dirigiéndose otra vez a la bomba de gasolina la amenaza: "Si no me llevas de inmediato ante tu líder, te destruiré". De nuevo, cosa muy explicable, se quedó sin respuesta. El marciano, entonces, tomó su arma y lanzó contra la bomba un rayo destructor. Se produjo un tremen- do estallido, por la explosión de la gasolina, y los dos marcianos fueron a caer a 30 metros de distancia, heridos y quebrantados. "Tenías razón -le dice con doliente voz a su compañero el que había disparado-. ¿Cómo supiste que aquel terrícola era peligroso?" "Se veía a las claras -responde el otro-. Tiene que ser peligroso un tipo cuya cosa le da dos veces la vuelta alrededor del cuerpo, y todavía alcanza a colgársela en la oreja"

Era una vez un Alemán se muere y se va al infierno ve que allá ay un infierno para cada país entonces va al infierno Alemán y pregunta: -¿Qué te hacen aquí?-, a lo que le contestan: -Aquí primero te sientan en una silla eléctrica por una hora, después te acuestan en una cama de clavos durante otra hora y el resto del día viene el diablo y te da de latigazos- Entonces, va a los demás infiernos y pregunta lo mismo y le responden lo mismo que en el Alemán, entonces ve que en el infierno Mexicano está lleno de gente queriendo entrar entonces va y pregunta lo mismo: - ¿Que te hacen aquí?- y el comentario es el mismo entonces les dice: -Pero ¿porque aquí hay tanta gente queriendo entrar? - y el mexicano le contesta: –Es que aquí nunca hay luz, los clavos se los robaron, y el diablo solo viene, firma y se va.

Hoy Toca… con amor, 4s

Van Meegeren, El Falsificador



Es frecuente escuchar hablar de piratería. Por otro lado, existe una gran cantidad de imitaciones de marcas de lujo, desde perfumes, relojes, bolsas, etc. Mas que imitaciones, diremos que se trata de viles falsificaciones, que para el caso, da lo mismo.

Pero esto no es una práctica frecuente, e incluso, hay casos que hasta lo convirtieron en una actividad muy lucrativa, como el caso de Van Meegeran.

Van Meegeren, de origen holandés, fue un pintor y comerciante considerado como el gran falsificador. Fue además un excelente artista, pero en su momento fue duramente criticado, como suele pasar con muchos artistas. De ahí y en su intento de demostrar su gran capacidad se dedicó a realizar varías estafas, llegando a pintar diversidad de obras, especializándose en un autor, “Jan Veermer”, realizando al menos 15 copias de este. Otras imitaciones fueron de Frans Hals (3 obras), Pieter de Hoogh (2 obras) y de Terborgh (1 obra), entre otros, a saber.

Pero lo que lo hizo famoso, fue por la estafa de un cuadro denominado “Cristo con la mujer adúltera”, el cual hizo ver al mundo de que lo había descubierto en 1928 y posteriormente venderla por 30 millones de marcos al mariscal alemán del III Reich Hermann Göring.

Luego, al término de la 2ª guerra mundial los aliados requisaron la colección de arte que el nazi Göring escondía en una mina de sal austriaca (Mas de sei mil obras de arte, entre ellas, el cuadro anterior atribuido a Veermer, con toda su documentación que ponía en evidencia al marchante holandés. La policía se dirigió entonces a su galería para detenerle por traición a la patria, pues había vendido una obra del patrimonio nacional al enemigo.

No teniendo opción y viéndose amenazado de ir a la cárcel Van Meegeren se justificó diciendo que, para salvar el original, le había vendido a Göring una falsificación. Bajo las circunstancias, el argumento resultó una excusa difícil de creer, estando ante el tribunal, sorprendentemente propuso un trato: pintar una réplica exacta de una obra maestra del arte holandés y demostrar con ello que era un falsificador.

El tribunal le dio una oportunidad, lo encerraron en un estudio convertido en cárcel y de sus trazos surgió una nueva obra maestra como había hecho en 1938 con “La Última cena” y “El Cristo de Meaux”, exhibidas en el museo Boymans, y consideradas por muchos especialistas mejores que el original. El veredicto no dejó lugar a dudas: le condenaron a un año de prisión. Cumplida la pena Han van Meegeren no pudo disfrutar de la libertad, pues falleció al poco tiempo de salir de prisión.

Hay que reconocer a Han van Meegeren por su propia obra que demuestran que fue un artista de calidad. En cuanto a sus falsificaciones de los maestros flamencos, especialmente Vermeer, decir que en esa época, las pocas obras catalogadas, no eran del conocimiento general y por esta razón muchos entendidos cayeron en el timo, dado el parecido, la coloración, la temática y el estilo. Su ingenio le permitió llevar una vida de lujo y dispendio.

Como vemos, existen las copias de todo tipo, en el arte ha sido una practica muy recorrida, a veces para salvaguardar las obras originales, otras por la ignorancia de los compradores, la avaricia de los mismos, o la astucia de vendedores y falsificadores.

En fin.

Con amor, 4s.