
Érase que se era una pata que empolló seis huevos. De cinco de ellos salieron patitos muy hermosos; del otro salió un patito feo.
El patito sufría mucho, claro. Era víctima de esa gran mentira según la cual para ser feliz hay que ser bonito. Pero una sabia patita, la más vieja del corral lo consoló. Ella sabía del cuento del Patito Feo, y le dijo que ya no llorara, que cuando creciera no se convertiría en un hermoso cisne, ni sería más bello que todos sus hermanos, pues el era un pato y que sería feo, pero que debería aceptarse como era y buscar su realización.
Pasó el tiempo y creció el patito feo. Pero no se convirtió en un hermoso cisne. Se convirtió efectivamente en un pato feo. Porque no era cisne; era pato.
Entonces sufrió más pues todos le habían dicho que de grande se volvería en un cisne hermoso y desoyó a la pata vieja y sabia.
Un día, sin embargo, el pato feo conoció a una pata, fea también.
Se enamoró de ella, y le pareció la patita más bella del mundo.
Ella se enamoró también del pato feo.
Y cuando su patita lo miraba, él se sentía el pato más hermoso del mundo.
Y es que así, amado, realmente era muy hermoso. Más, mucho más hermoso que un cisne.
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No necesitamos encontrar el amor en otros para sentirnos hermosos… debemos aceptarnos para poder dar lo mejor de nosotros mismos y entonces apreciar la belleza interna que existe en cada quien…
Con amor, 4s
Con amor, 4s