jueves, 21 de octubre de 2010

Sofisticación positiva


A primera vista el cinismo (Del lat. cynismus, y este del gr. κυνισμός,- Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables-), podría parecer como una señal de sofisticación.

Pero en realidad suele representar un egocentrismo (Del lat. ego, yo, y centro, - Exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como centro de la atención y actividad generales-) inmaduro.

Observar el mundo prestando más atención a todos los sufrimientos y carencias podría parecer más realista. Pero eso no representa ni siquiera la mitad del panorama.

Poder mirar y descubrir en cada cosa algo positivo, algo que amar y atesorar, es lo que te permite alcanzar la claridad. Cualquiera puede criticar y encontrar defectos, porque no se necesita ninguna sublime capacidad para echar a perder algo. Eso aparentemente es más fácil. Sin embargo, en la medida que tu observación va siendo dominada por tu ser interior, verás cuan fácil es apreciar la maravilla de estar vivo y las maravillas que nos rodean... como dicen literalmente... "No te las a acabar".

Si de veras quieres ser feliz, entonces sé positivo. Si realmente tienes la intención de ser extremadamente realista, entonces enfócate en las verdaderas oportunidades.

Porque aunque el lado negativo de la vida existe, éste se ve ampliamente superado por el potencial del lado positivo. Sólo aquellas cosas que ya existen pueden tener problemas o ser destruidas, mientras que para lo que puede ser imaginado y creado, no existen límites.

La negatividad resulta siempre en una actitud auto-limitante, porque es seguro que en última instancia se consume así misma. El costado amoroso, creativo, positivo de la vida no tiene esa limitación, porque cuanto más crece, más oportunidades generas.

Decide ser verdaderamente realista y genuinamente tú. Decide ser positivo. decide ser tú.

Con amor, 4s

Conócete a ti mismo


Se dice que estas palabras estaban inscritas en la puerta del templo de Apolo en Delfos, lugar de culto en la antigua Grecia. A pesar de que se suelen atribuir al filósofo Sócrates (470 a.C. – 399 a.C.), su origen se remonta más allá del siglo VI a.C., siendo más veteranas que la historia misma de la filosofía. La importancia de este aforismo atemporal radica en que orienta a los seres humanos a que exploremos nuestra realidad interior, donde se encuentra todo lo que necesitamos para poner fin a nuestro sufrimiento y alcanzar la plenitud que tanto anhelamos.

Sin embargo, este viaje hacia adentro no es fácil, pues nos confronta con nuestros miedos e inseguridades, es decir, con nuestra ignorancia e inconsciencia. Y lo cierto es que muchos prefieren seguir perdiéndose en su realidad exterior, tratando inútilmente de llenar el vacío que experimentan en sus entrañas. No en vano, la evasión y la narcotización no son sostenibles a largo plazo. Escapar de uno mismo es el problema, no la solución. Más que nada porque el vacío existencial no se llena, sino que se aprende a aceptarlo. Y esto sólo se consigue haciéndole frente a nuestra mente y a nuestros pensamientos.

En eso consiste ser dueño de uno mismo.

Para lograrlo, el primer paso es reconocer que no sabemos, pero que estamos dispuestos a aprender. Así, la honestidad para con nosotros mismos y la humildad hacia los demás son imprescindibles para poder experimentar aquello que todavía no hemos vivido. Este proceso de autoconocimiento –también llamado psicología– nos conduce irremediablemente a asumir el compromiso con nuestro desarrollo personal, una transformación interior que nos lleva a descubrir nuestra dimensión espiritual.

Cabe decir que la espiritualidad no tiene nada que ver con ninguna creencia ni dogma religioso; se trata más bien de un cambio en la forma de vivir y de relacionarse con uno mismo y con los demás. Liberados de la tiranía de nuestro ego –la identidad falsa y superficial que nos hace creer que somos un “yo” separado de la realidad–, entramos en contacto con nuestra esencia más profunda, que nos proporciona la paz interior que siempre hemos anhelado.

No en vano, la vida es un continuo proceso de aprendizaje, cuyo propósito último es trascender el egocentrismo para ser felices por nosotros mismos y aceptar y amar a los demás tal como son. Por eso es fundamental que cuestionemos el condicionamiento recibido –que nos dice lo que tenemos que ser, hacer y tener– para llegar a ser lo que somos en esencia, siendo así coherentes con nuestra verdadera naturaleza.

Conócete a ti mismo…

Con amor, 4s