
Levedad (Según el Diccionario de la Real Academia española)
(Del lat. levĭtas, -ātis).
1. f. Cualidad de leve.
2. f. p. us. Inconstancia de ánimo y ligereza en las cosas
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2. f. p. us. Inconstancia de ánimo y ligereza en las cosas
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La ciencia puede explicar muchos misterios, pero difícilmente podrá explicar por qué un niño nunca le da la vuelta a un charco.
He aquí el charco. Ha quedado después de la lluvia, en el camino. Y he aquí el niño. Regresa de la escuela; trae el pantalón blanco del uniforme, y los zapatos negros bien lustrados. Llega al charco y lo mira. Duda un poco: piensa quizás en el regaño de su madre. Pero esa vacilación dura un instante. Vencida la duda, el niño entra gozoso en el charco, y brinca para que el agua salte y lo salpique.
Yo miro eso desde la ventana, y me sonrío. Otra vez el gozo de vivir ha triunfado sobre la solemnidad del mundo. Un niño que atraviesa un charco es el mejor ejemplo de la agradable levedad del ser.
Y no sólo miro y recuerdo… conmino a mis Chipatitas a hacerlo… y también hay que decirlo… me encanta las lluvias en parte porque no puedo vencer la tentación de brincar en un charco… aún consciente que posiblemente mis zapatos se echaran a perder, y aunque ya nadie me regaña por ello… disfruto siempre de hacerlo y lo hago siempre que puedo… te invito a salir un día después de la lluvia… busques un charco… y brinques justo en medio de él.
Y bueno… cuando es torrencial el aguacero aprovecho para darme una empapada que bien vale todas las sonrisas compartidas. Es una bendición poder aún hacerlo y espero por mucho tiempo más esas aguas frias.
Con amor, 4s
He aquí el charco. Ha quedado después de la lluvia, en el camino. Y he aquí el niño. Regresa de la escuela; trae el pantalón blanco del uniforme, y los zapatos negros bien lustrados. Llega al charco y lo mira. Duda un poco: piensa quizás en el regaño de su madre. Pero esa vacilación dura un instante. Vencida la duda, el niño entra gozoso en el charco, y brinca para que el agua salte y lo salpique.
Yo miro eso desde la ventana, y me sonrío. Otra vez el gozo de vivir ha triunfado sobre la solemnidad del mundo. Un niño que atraviesa un charco es el mejor ejemplo de la agradable levedad del ser.
Y no sólo miro y recuerdo… conmino a mis Chipatitas a hacerlo… y también hay que decirlo… me encanta las lluvias en parte porque no puedo vencer la tentación de brincar en un charco… aún consciente que posiblemente mis zapatos se echaran a perder, y aunque ya nadie me regaña por ello… disfruto siempre de hacerlo y lo hago siempre que puedo… te invito a salir un día después de la lluvia… busques un charco… y brinques justo en medio de él.
Y bueno… cuando es torrencial el aguacero aprovecho para darme una empapada que bien vale todas las sonrisas compartidas. Es una bendición poder aún hacerlo y espero por mucho tiempo más esas aguas frias.
Con amor, 4s
¡Me fascina tu escrito!
ResponderEliminarY bien vale la pena un pantalón sucio o unos zapatos que no funjan más como tales cuando se lo pasa uno genial. En mi caso, soy alérgica a la lluvia y a la humedad pero con las ganas, no me he quedado. Y por supuesto, mis bebes fueron y son siempre libres para repetir sus odiseas cuantas veces así lo deseen.
¡Felicidades!
Con amor, 4s!