lunes, 6 de septiembre de 2010

Germán Dehesa


Germán Dehesa compartió durante casi 17 años sus opiniones y reflexiones sobre su vida y el acontecer de la Ciudad de México y del País con sus lectores del periódico REFORMA.

Debo reconocer… una persona excepcional… de quién tomé su frase… “HOY TOCA”… por cierto, fue el 27 de mayo de 1994 cuando comenzó con la tradición de, cada viernes, "Hoy toca".

He aquí la columna de esa fecha…

El viejerio

Van a pensar que soy anormal; pero me gustan muchísimo las mujeres. Su cercanía, su inteligencia, su capacidad para ser árboles bien plantados más danzantes (O. Paz), cornisa de pájaros, alacenas de rumores, cántaros habitados. Bueno, me gustan tanto las mujeres que vivo (y muero) con una. Díganme si eso no es mérito. Vivo con una y platico con muchas; con todas las que puedo. Me beneficio de oírlas y de recibir de ellas noticias del otro extremo del imperio. A falta de Cetes (que están en Nueva York) y de acciones de Telmex, mi gran capital lo forman mis cuates y, en calidad de acciones preferenciales: mis cuatachas. Desde la Tractor que es harto pelada y cruel conmigo (hoy en la mañana, me subió un repugnante brebaje de nopal que, por prescripción de otra cuatacha, me tomo todos los días y me preguntó con tono belicoso: ¿cómo amaneció? y yo le respondí: muy mal, con el méndigo calor no pude dormir y nadamás me la pasé pensando en entregarme a un negro. ¿No me estaré volviendo loco? ¡Maaas! me respondió la lépera y destructiva azafata). Bueno, pues desde la Tractor que es mi cruz, hasta mis amigas de Editorial Armonía que hoy me invitaron a comer para proponerme unos proyectos tan absurdos y descabellados en los que, por supuesto, voy a colaborar; yo soy el Simbad del altiplano que navega isla por isla un archipiélago de mujeres (A. Yañez). Aunque soy mexicano, he de confesar que no les tengo miedo. Les tengo, eso sí, grande amor, justo respeto y pasteurizada ternura. Yo nunca me referiría a ellas como "el viejerío"; pero, en verdad y con la mano puesta en el corazón (o en alguna otra víscera) les puedo decir que a mí ni me espanta, ni me parece relevante, ni motivo de deschongue el que un compatriota designe -en un contexto liviano y coloquial- al total de las mujeres de mi país como "el viejerío". López Velarde las llama "mujerío" y nadie le aventó la bronca. Pedro Infante les decía "chorreadas" y no hubo periodicazo. Ya puestos en eso, suena mucho más horrible "sector femenil" y nadie dice nada. Con el hipócrita añadido de que la gran mayoría de los que se desgarraron los trajes del terlenka con eso de que "el viejerío a su casa" tienen a su vieja en su casa viendo "Marimar", pariendo cual conexas (de grandes orexas) y lidiando a la suegra bigotona e indestructible. O sea.

La muchachada

Esto, para no variar, me lo contó una cuatacha. El 12 de mayo, día del Debate, mi amigüita se fue a ver el pugilato verbal en compañía de unos amigos. Lo vieron, debatieron, se pelearon, se contentaron y, a cierta hora de la noche, mi referida informante regresó al hogar. Ahí la esperaba, trémula de emoción, su Tractor particular que es de modelo más antiguo que la mía. Se trata, según me cuenta, de una mujer de unos 65 años. Transcribo el diálogo que ocurrió entre ambas: ¡Ay, señora! ¿vio usted el Debate? Sí, a ti ¿qué te pareció? Yo estoy con Diego ¿oyó cuando habló de mí? No ¿a qué horas? Bueno, no mencionó mi nombre, pero habló de la muchachada. Fin del diálogo. ¿Sabía o no sabía Diego que en la muy noble y leal a las chicas de auxilio doméstico se les conoce coloquialmente como "muchachas"? Supongo que no. Así que ahí se van las buenas con las malas. Por cada "vieja" que se dio de baja, se dio de alta una "muchacha". Lo paradójico en toda esta tormenta de saliva es que las "viejas" son de 30 años y las "muchachas" tienen 65. A esto añádanle una ballena de cartón que desfila por la ciudad, la embajada de Japón con el teléfono saturado; una madre azteca que pasea por China, temperaturas de 35 grados y ya tenemos el surrealismo nacional en todo su esplendor. Bueno, ya me voy. Es viernes. No se hagan. Hoy toca.


Esplendida dos columnas dedicadas a Germán Dehesa, la primera dice:

Su alma fue leve. Su cuerpo, quebrantado desde temprano por las dolencias físicas, seguía, remolón y claudicante en ocasiones, a ese espíritu aventurero que buscaba la lejanía y las alturas. Lo conocí poco. Lo conocí mucho. Quiero decir que tuve escaso trato personal con él, pero al leerlo pude entrar en su casa, que él decía de piedra y flores, pero que en verdad era de cristal, por esa clara transparencia suya que dejaba ver sin doblez ni opacidades lo que él era y lo que no era él. Lo miré por primera vez en la televisión. Tenía gracia y gracejo; su aparente frivolidad evitaba que su saber se mostrara como pedantería. No me perdía yo sus participaciones, pues tantas cosas encontraba en ellas. Poco antes de la aparición del periódico Reforma, Ramón Alberto Garza me pidió mi opinión acerca de quién debía hacerse cargo de una columna diaria que trataría acerca de la vida cotidiana en la Ciudad de México. Sin dudar le sugerí dos nombres: uno era el de Ricardo Garibay; el otro el de aquel amigo mío a quien jamás había visto sino en la pantalla del televisor. Fue él quien escribió esa cotidiana sección. Pasaron dos, tres años. Un día me sorprendí al ver mi nombre en su columna. Decía él que alguna vez, en reunión de periodistas, se había expresado de mí desfavorablemente. Ahora, sin embargo, se disculpaba conmigo, y me pedía que comprendiera sus “celos de chilango”. Añadía que la lectura de mis textos, y el afecto que me mostraban los lectores, le habían dado a conocer su error. Así supe de su carácter generoso, ajeno a toda envidia y toda mezquindad. Tiempo después, en un aniversario de Reforma, me encontré por primera vez con él en forma personal. No olvidaré el abrazo que me dio; sentí que en sus brazos estaba también su corazón. Luego nos topamos varias veces por los caminos de la juglaría. En Cerralvo, Nuevo León, la persona que nos iba a presentar me pidió autorización para hablarme de tú en el escenario. “A mi de vos” –lo instruyó él. En otra ocasión lo vi entre el público en una de mis conferencias. Destaqué su presencia, y el público lo aplaudió sonoramente. Se puso en pie para dar gracias, y con amplio ademán me lanzó un beso que hizo que la gente riera. Coincidimos alguna vez en otra parte, y le conté de un cierto profesor de colegio religioso que hacía tocamientos a los niños, y al ponerles la mano “ahí” les preguntaba: “¿Cómo está su almita?”. Le dije que crecí con la noción de que el alma radicaba en la entrepierna. Cuando regresamos a la capital, y nos disponíamos a bajar del avión, me dijo él: “Catón: cuida tu alma”. Un sacerdote anciano que iba cerca escuchó aquello, se volvió a nosotros y comentó muy serio: “Qué buen consejo, hijo; qué buen consejo”. Ahora él ya no está entre nosotros, pero está con nosotros. En nuestra memoria vivirá, porque nos lo sabemos de memoria. Vive en sus hijos, el más grande amor de esa vida que tuvo tanto amor. Supo él de la canción; percibió el misterio de la mujer; disfrutó el pan y el vino; cultivó como un arte la amistad. Fue por el mundo con la sonrisa alegre del que no lleva sobre sí la carga de alguna oscura culpa, de algún remordimiento o frustración. Por eso mereció el bien supremo de hacer el bien a los demás, de alegrar con su vida la del prójimo. Sobre su féretro fue puesta la bandera de un equipo de futbol. Seguramente a él eso le gustó, pues rehuía la solemnidad. Yo, sin embargo, habría preferido que en ese lienzo hubiese estado el escudo de la Universidad. Él sabía convertir lo culto en popular, y lo popular en culto. “Por mi raza hablará el espíritu”, dice el lema universitario. En su voz, y en la del pueblo, esa “raza” habríamos sido nosotros, su raza, la gente común. Por nosotros habló su espíritu, travieso y profundo al mismo tiempo. Su recuerdo no tendrá nunca olvido. Germán: hasta la vista… FIN. (Por el genial Armando Fuentes Aguirre… Catón)

La segunda, de un espléndido y magnifico periodista, Sergio Sarmiento:

German

"... ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar". Antonio Machado


El hecho de que no haya publicado su columna ayer me dio mala espina. Tenía que ocurrir algo verdaderamente importante para que Germán Dehesa no compartiera su pensamiento con los lectores.

Tampoco me gustaba, debo decirlo, que súbitamente le hubiesen empezado a llover tantos homenajes. Los reconocimientos deben darse a quienes han terminado ya su trayectoria, pensaba yo, y Germán tiene todavía mucho que escribir, que reflexionar, que darnos a sus lectores y amigos.

Si bien, como él mismo reconocía entre sonrisas, estaba bastante golpeado por la vida, Germán no era un hombre viejo. Tenía apenas 66 años de edad. Su columna fue publicada por última vez apenas este miércoles 1o. de septiembre. Su sentido de humor mordaz, sus reflexiones políticas, sus peticiones para apoyar a quienes menos tienen estaban presentes con toda su fuerza.

El 11 de agosto Germán recibió un homenaje como Ciudadano Distinguido por el gobierno del Distrito Federal. Hoy mismo tendría otro de la Universidad Nacional Autónoma de México. En unos días más le tocaría el turno al gobierno de Veracruz. Parecía que súbitamente todo el mundo quería ofrecerle un homenaje a un hombre que se había convertido en un compañero cotidiano de muchos gracias a una de las columnas más leídas del país.

Yo fui más afortunado que muchos. Tuve la ocasión de conocer a Germán desde hace años y de gozar de su amistad y de su ingeniosa conversación. El sentido del humor que hizo famosos sus escritos lo tenía también en las reuniones en las que coincidíamos.

Su cultura era enciclopédica, aunque amplia y a veces desordenada. Con él se podía hablar de todo, desde Borges hasta el último juego de futbol, particularmente si era de sus amados Pumas, pero también de futbol americano, de música o de política.

A veces parecía que no había asunto que no pudiera tomar y transformar para convertir en humorístico. Pero al mismo tiempo parecía que no había límite a su capacidad para interesarse por la suerte de los demás y para ayudarlos. Podían ser los tarahumaras, sumidos en el frío del invierno y a quienes había que llevar cobijas, o los damnificados de alguna inundación en el sur del país.

Germán no tenía paciencia con quienes limitan su generosidad con un "No se puede". Para él no había nada imposible. Si la ayuda que había logrado reunir para algunos damnificados estaba varada en alguna bodega y necesitaba un camión o un avión para llegar a su destino, él encontraba ese transporte de una manera u otra.

Algunos lectores casuales no entendían la popularidad de las columnas de Germán. "Pero si siempre habla de su familia", decían. Y quizá lo hacía con frecuencia. Sus escritos, sin embargo, estaban marcados también por reflexiones profundas sobre la naturaleza humana y sobre los problemas del país, y se desarrollaban con un lenguaje ágil y lleno de recursos populares y cultos que hacían una delicia la lectura. Cientos de miles, quizá millones de lectores en todo el país, por otra parte, lo consideraban ya parte de su familia.

Me da gusto leer que murió sentado en su sillón y rodeado de miembros de su familia. No habría existido peor tortura para este hombre forjado en la libertad que permanecer atado durante meses a los tubos de un hospital. Emprendió el último viaje, como decía Machado, "ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar". Aunque también lo hizo acompañado, lo sé, por los pensamientos de tantos a los que siempre supo dar un toque de alegría, un momento de reflexión.

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Como un día comenté, los grandes no se van solos…

Con amor… Hoy toca… 4s

1 comentario:

  1. Por ti le conocí. Por ti le conoció el Rancho y parte de la Ciudad donde ahora estoy. Fuimos muchos sus seguidores y admiradores

    Y no faltaron aquellos que me preguntaron que si eras tú. A lo que respondí que tú estabas felizmente vacacionando en un crucero; mientras Germán Dehesa estampa el 'Hoy toca' en las puertas del Paraíso ツ

    Le doy gracias al Cielo una vez más, que no aprendí a extrañar. Le siento conmigo. Sus palabras siguen y seguirán siempre; al igual que todo lo tuyo


    Con amor, 4s!

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