miércoles, 9 de noviembre de 2011

La Ternura


La ternura nos ilumina el ser, con una luz tan sutil, tan finamente difusa que nos impregna completamente con su cálido abrigo, es aérea como el aire que nos nutre, y basta con respirar su fuerza para llenarnos de ella.

La ternura no se aprende, sino que existe en uno mismo. Si ella habita en ti en estado latente, puede propagarse como una llama en la que nuestro yo avanza libre y fuerte.

La ternura no es una “casualidad” que uno otorgue, sino un estado que se ofrece y se da. Ella es silenciosa en sus ecos y se expresa mediante la voz del corazón a través de la plenitud del alma, se desarrolla aun cuando no se hable, en el rico silencio de un asentimiento, de una mirada, de un recuerdo...

La ternura es el espíritu de alguien que te acaricia, su virtud es la suavidad y su ejercicio nos permite olvidar por momentos la idea que nos hacemos de lo que somos...y si para nosotros nos la descubrieran nos embargaría una emoción tan grande como la de un astronauta en su primer paseo por la inmensidad.

Y no olvides jamás que debes mantener viva su llama en todo momento y velar por ella. Mantenerla encendida con el fin de que no desfallezca a causa del frío, pues también tiene necesidad de que la alimentes con tu fe... entonces, para esto, bastará con un deseo de tu mente, con una solicitud de tu corazón, para que la ternura abra su baúl y nos despliegue ese maravilloso color cuyos tonos iluminan los anchos territorios de nuestro corazón.

La ternura, recuerda… es como la amabilidad… un acto consciente.

Con amor, 4s

No hay comentarios:

Publicar un comentario